Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo.
El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.
Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
- ¿Que haces Guno, tu ciego, con una lámpara en la mano? Si tu no ves..
Entonces, el ciego le responde:
- Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi...
Y así, simplemente, si todos iluminamos un camino, de a poquito, lograremos, todos juntos, encender la luz que el mundo necesita
1 comentario:
De nuestros actos, palabras muchos encuentran ese camino que les lleva a su interior y a encontrar la paz y serenidad del alma. De la misma manera nosotros también encontramos en otros esa senda por la que seguir avanzando.
besos
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